Thomas Meyer y Manel Adell, Desigual
Los orígenes de Desigual arrancan en Ibiza, isla en la que Thomas Meyer se instaló en los años 80. Una partida de 3.000 pantalones vaqueros sin vender y la necesidad de darles salida llevaron a este emprendedor a fabricar cazadoras con los retales sobrantes de los pantalones. La prenda llegó a ser un boom durante varias temporadas y se reveló como una máquina de hacer dinero.
Pese a que la juventud de Meyer y la escasa capacidad de producción de su negocio llevaron a la empresa a morir de éxito poco después, la experiencia sirvió para sentar las bases del triunfo de Desigual. El gusto por los retales y los grafismos siguen intactos en los diseños hasta el punto de convertirse en las señas de identidad más características de la marca.
La unión de este diseñador rebelde, cuyo espíritu inconformista impregna todos sus diseños, con Manel Adell llegaría en 2003, cuando la empresa comenzó su gran expansión. Desigual cerró el 2009 con una facturación de 300 millones de euros, un 85% más que el año anterior.
Actualmente, además, la compañía se encuentra en plena expansión internacional y las ventas en el exterior suponen más del 50% de facturación. Además de los mercados europeos, Desigual está desarrollando mercado en EEUU y Asia. Con una plantilla formada por 1.700 personas, Desigual prevé acabar el 2010 con 7.830 puntos de ventas en todo el mundo: 180 tiendas propias, 7.000 clientes multimarca y 650 córners.
Las claves del éxito para Manel Adell, director general de la compañía, son la estética transgresora de la marca y de sus productos: “La vida es chula”, “Better and better”y más recientemente “Me and you” son algunos de los mensajes que han marcado los trabajos de Desigual en los últimos años, unos trabajos que remarcan la necesidad de ser diferentes y no dejarnos llevar por la multitud.